Entradas

Mostrando entradas de 2012

LLUVIA DE ALFILERES

Imagen
Rápidas pasaban las horas en la ciudad, mientras caía una lluvia de alfileres. Los jueces estaban esperando que entrara el abogado defensor a resolver el juicio que se le había abierto al vigilante por haberse quedado   dormido, luego de 25 horas de trabajo continuo, que le habían encargado sus patronos. Ese día, no había ni calor, ni frío, sino esa lluvia. Eran pocas las ramas que podían moverse con el escaso aire que pasaba de vez en cuando, instante que lograba confundirnos con el desierto. Uno de los jueces dentro del Tribunal Supremo de Justicia, se quitó la peluca blanca, y dejo ver unas cuantas gotas de sudor que se deslizaban por su cabeza pelona. La jueza que estaba al lado del juez, se movía de un lado a otro, sin reparar nervio alguno. En el Sala del Tribunal estaban los invitados para escuchar la decisión final. El vigilante tenía las manos dentro de los bolsillos, sabiendo que tenía una razón misericordiosa al haberlos demandado por tan directo abuso. Estaba tranq

Panes caídos

Imagen
El brazo estuvo pulsando la cámara. El muchacho filmaba d esde su celular a la abuela cuando se le cayeron los panes al cruzar la avenida. Ella no quería llegarle sin desayuno a sus nietos, y en un intento por rescatarlos se agachó desprevenida. A  lo lejos venía un gandola cargada de caña de azúcar que había pasado con suerte tres semáforos en verde. La gandola tocó corneta a sus 100 metros. Ella miró su nuevo destino y se invocó a los santos.    El camarógrafo divisó un zamuro que estaba mirando todo desde la pasarela. La galandola se acercaba. El zamuro abrió sus alas y despegó en vuelo. Faltaban escasos 20 metros y la abuela se hincó con los brazos al cielo. El zamuro la sujetó con el par de garras y la sacó volando de la avenida. Aterrizaron en la acera cercana a la parada de autobus, donde estaba un grupo de personas mirando la escena incluyendo al videoaficionado. La abuela dándole gracias a Dios miró de nuevo hacia el cielo elevando sus dos brazos.  El zamuro la mir

Los perros también tienen derecho a cruzar la calle

Imagen
Estaba más blanco que de costumbre, lo habían recién bañado y se secaba sacudiéndose por los predios de la casa. No hubo ni una maniobra para no pasarle por encima. La Señora salió de su casa, donde justo pasó lo sucedido. Se agarraba la cabeza sin saber qué hacer. Del Maverick se supo que los cauchos quedaron manchados. La tarde caía entre una sombra crepuscular que no le daba ningún ánimo a los familiares de la casa. Al niño no se le quería decir nada; él presentía que algo estaba pasando pero a sus cinco años era cruel contarle la forma de cómo ya no iba a jugar más con el perro que le regalaron cuando cumplió los dos.  El pelaje estaba transformándose en el paso de cada segundo. De su mandíbula salía una sonrisa que la abuela decía que había muerto en paz, pero al mismo tiempo se revelaba una paz atropellada por la construcción de un desarrollo de máquinas monstruosas.  En el patio estaba colgado un collar antipulgas, que se lo habían quitado para que se le secara me

La sábana mágica

Imagen
Lo apuntaban certeramente. Las señoras que estaban en la cola de la tercera edad no paraban de rezar y llorar. Tenían al vigilante tirado contra el piso con la pistola en la sien, mientras tres de los malechores llenaban las bolsas de bolívares fuertes y de los dólares que recientemente Cadivi le había asignado a los viajeros turistas. No había escapatoria en el banco. La policía alerta, afuera del centro comercial El Recreo; las alarmas de las patrullas aturdían a los vecinos y más de un niño y un enfermo despertó por tanta barullo. El periodista del noticiero televisivo cuando fue a cubrir el suceso se dio cuenta que su esposa estaba dentro del establecimiento depositando el dinero para pagar el alquiler de su casa alquilada por El Manzano. La tensión en Barquisimeto en su máximo esplendor, sin luz, sin agua, sin buena circulación del tráfico y de paso otro robo a uno de los bancos de la ciudad. Dentro del banco todas las personas tiradas en el piso. El aire condicionado lo hab

Sólo vinieron a olerla

Imagen
Eran las 15 y 37. Como 300 lobos andaban cazando a una presa, pero no era un cordero, ni un burro salvaje, su figura era una adolescente de 14 años. Los pasos de los lobos iban directos y precisos a su corta inmensidad. Toda la manada caminaba desde la calle 40 directo por la Av.20. La gente que estaba en los locales comerciales no entendía de dónde venían, si sus tierras originarias eran al otro lado del mundo.  No sabíamos qué clase de hechizo nos habrían mandado para Barquisimeto, pero todos vimos como andaban detrás de las piernas, las nalgas, los muslos, brazos y demás partes del cuerpo de esta casi quinceañera. Daba cosa verla corretear sin dirección, y más impotencia cuando nadie se arriesgaba a protegerla porque todo el mundo temía quedar despedazado por tan potentes mandíbulas, o por terminar desangrando en el Hospital Antonio María Pineda, a falta de insumos. Las imágenes eran rápidas. Este relato es apenas una forma de decir lo que pude ver, quizá exista un

Domingo de resurrección

Imagen
No eran las doce del mediodía como todo el mundo pensaba, cuando el señor fue atropellado en la esquina de La Plaza Altagracia. Tampoco era un señor, sino una señora que todos los días salía de su casa a vender las empanadas y venía de regreso. Se suponía que había sido un carro blanco, porque el guardia nacional lo detuvo al ver una extraña mancha roja en el capó. La noticia por la ciudad rodó más rápido que la rolinera de un electroventilador. En el último párrafo de la nota de prensa se desmintieron todas las especulaciones que había causado el suceso, y terminó siendo culpable una monja que acaban de salir de uno de los siete templos.

Guayoyo

Imagen
Sabía que la taza estaba en el mismo sitio donde la habías dejado, la borra era casi imperceptible, lo noté cuando la iba a lavar, y en ella había figuras que revelaban tu futuro. Las veía pero no podía leerlas, la infusión era muy clara para entender lo que predecía. Entendimos que cada vez que eso pasaba algún extraño acontecimiento ocurriría; tenías ganas de muchas cosas, de viajar, comprar libros, obsequiarle la muñeca de trapo a tu sobrina cuando la volvieras a ver, tener una nueva casa, darle comida a los pájaros, regalarle a la perra su primer corte de pelo en su cumpleaños. Sabía que dentro de ti estaban todos aquellos deseos que no descubrí en la borra del café, sino con la memoria y las palabras, que fundían en una revelación cotidiana lo que era costumbre en contar nuestras ilusiones. Las historias de los cuadros que estaban en tus paredes, esos a los que siempre llamaste La Revelación del Hombre, eran piezas famosas y tan queridas por ti, como aquel hombre que por ve