LLUVIA DE ALFILERES


Rápidas pasaban las horas en la ciudad, mientras caía una lluvia de alfileres. Los jueces estaban esperando que entrara el abogado defensor a resolver el juicio que se le había abierto al vigilante por haberse quedado  dormido, luego de 25 horas de trabajo continuo, que le habían encargado sus patronos.
Ese día, no había ni calor, ni frío, sino esa lluvia. Eran pocas las ramas que podían moverse con el escaso aire que pasaba de vez en cuando, instante que lograba confundirnos con el desierto.
Uno de los jueces dentro del Tribunal Supremo de Justicia, se quitó la peluca blanca, y dejo ver unas cuantas gotas de sudor que se deslizaban por su cabeza pelona. La jueza que estaba al lado del juez, se movía de un lado a otro, sin reparar nervio alguno.
En el Sala del Tribunal estaban los invitados para escuchar la decisión final.
El vigilante tenía las manos dentro de los bolsillos, sabiendo que tenía una razón misericordiosa al haberlos demandado por tan directo abuso. Estaba tranquilo al igual que su abogado, aunque este trataba de fijar su mirada en las retinas del juez para leer antes de tiempo la sentencia.
El juez dio el martillazo sobre la mesa. 




La gente susurraba y por un momento todo quedó en silencio, y dictaminó:

- Se ha encontrado culpable al señor vigilante, por todos los cargos propuestos por sus patronos-.

El vigilante agachó la cabeza y le salió todo contrariado una lágrima; se dijo:

-Siempre fue una pelea perdida luchar contra el poder enquistado en esta empresa, es como pensar que no me caerán alfileres mientras llueve-.

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