Domingo de resurrección



No eran las doce del mediodía como todo el mundo pensaba, cuando el señor fue atropellado en la esquina de La Plaza Altagracia. Tampoco era un señor, sino una señora que todos los días salía de su casa a vender las empanadas y venía de regreso. Se suponía que había sido un carro blanco, porque el guardia nacional lo detuvo al ver una extraña mancha roja en el capó. La noticia por la ciudad rodó más rápido que la rolinera de un electroventilador. En el último párrafo de la nota de prensa se desmintieron todas las especulaciones que había causado el suceso, y terminó siendo culpable una monja que acaban de salir de uno de los siete templos.

Comentarios

Gabriel Figueredo ha dicho que…
Me gusta este texto... Está del carajo compa. Solo un detalle al final.
Dices: "terminó siendo culpable una monja que ACABAN de salir de uno de los siete templos." Creo que debería decir acababa.
Luis Manuel Pimentel ha dicho que…
si, debe decir acababa, se van los gazapos y algunas otros animales fantásticos de la escritura. Abrazos

Entradas populares de este blog

Pasado y futuro en Jorge Arteaga

Nicasio Duno, la magia de un iniciado

Joel Pacheco, visiones del vuelo