Mérida desnuda





Por Xiomary Urbaez

“Soy todos y no soy ninguno”, me dijo enfático, refiriéndose a sus personajes. Eso me intrigó. Supe que sí había algo de él en estas líneas. Siempre lo hay, no se escapa Luis Manuel Pimentel a la influencia de la atmósfera de la ciudad donde estudió, sino que más bien, ella realza su autenticidad y su condición de escritor, a través de los personajes, del espacio y del tiempo.
Sin dudas, hay rastros de los norteamericanos Jhon Fante y Raymond Carver  o del alemán Charles Bukowski, en las páginas de Triángulos Alterados, como el mismo Luis Manuel, en una conversación previa, me señaló. El Minimalismo, el Dirty Realism y lo digo inglés, volviendo a los orígenes propios de esta corriente norteamericana. Sin embargo, al pasar las páginas, su narrativa también me recuerda a James Joyce, a la relación con su nativa Dublin, la ciudad que provee a sus obras de los escenarios, ambientes, personajes  y lo inclina hacia una corriente de vanguardia, que buscaba romper los esquemas rígidos de la herencia victoriana, con un realismo tan profundo que lo sobrepasa y lo transforma en algo casi mágico, ¿Les suena parecido?.
En aquel entonces dijeron que Joyce cultivaba el Infrarrealismo, el mismo que más tarde determinó al chileno Bolaños, con México de musa, en dos novelas inmortales: Los detectives salvajes y 2666. Hay que acotar que para entonces, todavía no aparecía el término Realismo Mágico, ligeramente esbozado por allá en los ’30, por el crítico de arte Franz Roh, para referirse a una pintura que reflejaba una realidad modificada, y que más tarde, se convertiría en concepto, gracias a nuestro Arturo Uslar Pietri, para describir las obras de los narradores latinoamericanos. Un género que llevamos en el torrente sanguíneo los escritores de estas tierras.
Volviendo a Joyce y Bolaños, es importante señalar que pese a sus regionalismos, fueron autores cosmopolitas y, valga la indicación para destacar que no hay límites para trascender.
Lo que parece una contradicción en Triángulos Alterados, se transforma en un ejercicio literario interesante. Modernismo y Realismo Sucio. Sigo leyendo, y sí, es innegable… Hay trazos de Vanguardia. Allí está, claramente, la voluntad de jugar con las expectativas del lector; la tendencia a psicoanalizar los personajes, usando el monólogo interior y además; la fusión del lenguaje sublime con el lenguaje ordinario… Estilo versus calle. 

Sara, sacó de su bolso  la botella de Cacique. Esperaban el turno para pegarse a la botella como si saliera leche materna de aquel frío envase. Los tragos eran la auténtica forma de sentirse calientes. Los tragos se convertían en una explosión en sí mismos. Los tragos formaban parte de las burbujas de amor que algún día sintieron mientras se arropaban juntos y jugaban a la casita. Los tragos volvían, y de pronto, se tragaban en una euforia de besos que se convertían en la desinteresada pasión de unos seres que se iban enroscando cuerpos con cuerpos, ojos con ojos, lenguas con lenguas, brazos con brazos. Los tragos de ron fluían como una catarata en el desierto. Ana Julieta se lo pasaba de boca a Sara y Sara a Rodrigo en una cadena infinita. Con los tragos el tiempo y el deseo. Era la hora de la unión. De olvidarlo todo. Apreciaban como el ron subía por sus poros, se convertía aquel elixir en la puerta que abría sus evocaciones. La sustancia se regaba por los pechos de Ana Julieta y Sara iba lamiendo los tragos esparcidos en esa sabrosa copa. (Pimentel, 2015,p.84)

Minimalismo, Realismo Sucio, Vanguardia, en esta Novela Relámpago, como su propio autor la ha denominado ¡Qué importa!.
Hay influencias. Sin dudas así es… influencias en el camino hacia el estilo propio. Pueden verse rasgos del empleo del fraseo corto, pero no hay escamoteo del componente accesorio, que sí notamos en la parquedad de Carver, Fante o Bukoswki, y es lógico, porque estamos frente a un narrador caribeño, un vínculo de sangre que pesa más que una simple corriente literaria.  Diferente a la frialdad de los textos norteamericanos, en Triángulos Alterados, la palabra corre libre, salvajemente.

De movimientos rápidos y de un feminismo descomunal los gemidos de Sara no dejaban dormir a los vecinos. Chillidos en nombre de la Virgen María y de los Ángeles rodando por la cama, apariciones repentinas con estampitas de misioneros exhaustos con sus manos estiradas pidiéndole que le dieran de su cuerpo unas cuantas gotas de agua bendita, y bautizarse con el mayor elogio de ser paganos.
Algunas de sus noches solitarias, le gustaba meterse pases de cocaína, y al lado tener un vibrador para sus complacencias individuales. Nostalgias atravesadas por saber que algunos de los que fueron sus verdaderos amores, ahora yacían en el cementerio gracias a los servicios de sicarios y jíbaros de alto rango, que no perdonaban al que se equivocara con ella. (p.35)

Es la crónica de la vida estudiantil en la Mérida de hace unos años, no es Los Ángeles de los ‘40, ni la Dublin de los ‘20. Es la libertad, el ataja-perro, el todo con todos, de una ciudad venezolana que vibra y, ese trasfondo desconcertante que representa el alma humana con sus claroscuros, que nunca, nunca, será soez porque es condición humana.
Triángulos Alterados es un texto que transmite la impresión de posibilidad, incluso en el happy ending (que por cierto es el final feliz para Rodrigo, el personaje que más se lo goza)
¿Tendrá permanencia “el para siempre”?, cuestiono como lectora.
 Por lo menos existe la posibilidad de que suceda lo insospechado,  y allí, está la permanente contradicción entre lo que debería suceder y lo que en realidad ocurre. Característica clara del Realismo Sucio.
Incrédula me pregunto ¿Son ciertos los happy ending? Y he allí una vocecita… Pues sí, por lo menos lo que duran, igual que el amor.
Por último, para corroborar esas similitudes entre los escritores Modernos y los de Realismo Sucio, en los que veo retratado el estilo de Pimentel, averiguo con él mismo, acerca de su novela: Si la destrozo y la lanzo al aire, ¿la podré leer?
“Si… creo… no sé”, contesta.
Otra vez lo ambiguo, otra vez esa mezcla de corrientes, esta vez retratada en la personalidad del propio autor, que se extrapola a sus líneas.  La ausencia de nexos entre las situaciones de la historia, que se completan en cada capítulo, para luego  amalgamarse como un todo; el actuar de los protagonistas y; la voluntad de jugar con las expectativas del lector; son señales indicadoras de que ciertamente estamos frente a un narrador contemporáneo en formación, que hace alquimia con el Realismo Sucio anglosajón y el Mágico caribeño, en la búsqueda de su propio espacio,  para retratar seres comunes, que llevan vidas como la de él mismo.

 Pimentel, Luis Manuel. (2015). Triángulos Alterados. Negro sobe Blanco. Caracas.

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* Xiomary Urbáez es venezolana. Narradora. Su primera novela Catalina de Miranda, (Planeta Venezuela, 2012); fue finalista del Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casa de América 2012. Es graduada como Bachelor en Universidad del Sur de la Florida, USF (1983). Licenciada en Comunicación Social, mención Desarrollo Comunal, de la Universidad Católica Cecilio Acosta (1998), estado Zulia, Venezuela. Tiene un Diplomado en Comunicación, Medios y Política (2010-2011) de la Universidad Católica Andrés Bello-Centro GumillaVenezuela.  Actualmente es docente de en la Universidad Fermín Toro de Barquisimeto. También ha publicado; El Viaje Emma (Planeta Venezuela, 2013); El Juicio de Friné (Diversidad Literaria, España 2014); El Hada del Gran Río (Editarx, España 2014); La Niña de la Parra (Editarx, España, 2015). Colabora con cuentos y relatos en diarios y revistas, nacionales e internacionales./  @xiomaryurbaez


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