Los perros también tienen derecho a cruzar la calle
Estaba más blanco que de costumbre,
lo habían recién bañado y se secaba sacudiéndose por los predios de la casa. No
hubo ni una maniobra para no pasarle por encima. La Señora salió de su casa,
donde justo pasó lo sucedido. Se agarraba la cabeza sin saber qué hacer.
Del Maverick se supo que los
cauchos quedaron manchados. La tarde caía entre una sombra crepuscular que no
le daba ningún ánimo a los familiares de la casa. Al niño no se le quería decir
nada; él presentía que algo estaba pasando pero a sus cinco años era cruel
contarle la forma de cómo ya no iba a jugar más con el perro que le regalaron
cuando cumplió los dos.
El pelaje estaba transformándose en
el paso de cada segundo. De su mandíbula salía una sonrisa que la abuela decía
que había muerto en paz, pero al mismo tiempo se revelaba una paz atropellada
por la construcción de un desarrollo de máquinas monstruosas.
En el patio estaba colgado un
collar antipulgas, que se lo habían quitado para que se le secara mejor el cuello.
El collar nunca lo volvieron a mover, contó Ignacio después de veinte años, quien jamás pudo despegarse del recuerdo de aquel sabueso.
En el transcurso de esos mismo veinte años ya casi
toda la familia había muerto, sin embargo seguían algunos objetos en la casa
que nunca se movieron; junto al collar también se encontraba el vaso donde la abuela
colocaba a remojar sus dientes postizos.
La calle donde me quedó tatuada la
imagen de aquel episodio fue cambiando, hoy es más amplia y tiene más huecos.
Las fachadas de las casas son más altas, fueron modificadas al antojo de un
Gobernador que reinó por varios períodos. Los postes de luz son de color fucsias.
Hay miles de pequeñas casita a la orilla de la vía, símbolo de los muertos que han quedado en el paso al tratar
de cruzar La Ribereña.
Llegaron las doce de la
noche cuando los dientes del can seguían pegados en el asfalto. Todos los niños
del barrio salieron a darle las condolencias al pequeño Ignacio. Muchos de
ellos lloraron con él, a pesar de los caramelos que les trajo el tío Adolfo.
Nota: la fotos fueron tomadas 17 días después de lo sucedido.
Comentarios